Un sí. Un sí, y una muñeca… ¿te acuerdas? Una muñeca de porcelana, muy hermosa… que esperaba y esperaba, a que su dueño, un joven, la contemplara… esa muñeca… dejo caer su indiferencia, luego se dejo sonreír; tenia sentimientos, estos eran porque esa muñeca lo quería. El muchacho no se cansaba de contemplar a la muñequita, siempre le decía: << hermosa y bella muñequita, como te quiero>>. La muñequita sabia que sabia; tenia sentimientos, se ponía feliz. Había una luz en sus ojitos porque sabía que… lo que estaba diciendo era verdad. Se ponía muy bonita con esto, luego sonreía. Él dijo: <<siempre estaré aquí contigo. Siempre serás mi bella muñequita. Mi linda muñeca de porcelana>>.
<<Me encantan tanto tus ojos>> le decía. Y la muñequita cada día más y más abría sus ojitos, para tener más aprobación. Así era como lo conseguiría. Después, algo…él se fue, y dejo a la muñeca. Se fue fuera tanto tiempo, pero llego estrellas, la dejo bella y callada en ese estante, y había dentro muñecas. Pasaba el tiempo y ella se llenaba de… polvo. ¡De polvo! Su vestidito tan bonito estaba lleno de polvo, polvo. Y ya no tenía el semblante bonito, estaba triste; sus cachetitos rojos ya se habían vuelto tan blancos, tan pálidos. Estaba triste la muñequita, muy triste. Retomaba, retomaba y retomaba los pensamientos que le decía: <<mi muñequita, mi bella muñequita>>, y aún así se entristecía, se entristecía. Pensaba que así lo iba a traer; recordándolo, pero así no fue. Él se fue, se fue, y se fue, y dejo a la pobre muñequita. Se fue lejos y nunca volvió. Ahí está la muñeca, ahí está todavía, esperando. Esperando a su amante.
Che, pobre muñequita.
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