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domingo, 26 de junio de 2011

Sed de justicia ante un rayo de esperanza

Dicen que en el norte del país se respira muerte, muerte de muchas y de muchos, pero que ahora la desgracia cae en las mujeres, y siempre lo ha sido así. Los cadáveres ya se van alucinando; se va presenciando por cráneos tirados en el pavimento de un amanecer rojizo que avisa un pueblo sin ley, un pueblo zombie que ha caído en la diferencia de sus habitantes, y más sí en su caso es del grito de las mujeres que buscan justicia.


En donde sea se ven cruces, y no son por ser fieles devotos a la religión católica, sino porque avisan perdida de una de muchas mujeres que por ser lo que son, son aplastadas por la crueldad de los hombres que justifican su poder de grandeza ante ellas. El símbolo de la cruz blanca como reflejo de pureza, de la inocencia de la que nunca debió haber sido asesinada, brilla para hacer llegar un poco de esperanza. A su lado, una mujer con mirada perdida, de ira congelada se encuentra con ansias de saber el por qué de esto, el dónde de la justicia; repite las mismas preguntas y cada vez salen más y más, pero no se mueve de la tumba,  de la cruz.  Delirando en lo mismo la ha convertido en una víctima de la situación de crueldad, de apatía  y de la injusticia latente de un Estado sin corazón, sin voz. Ya se ha perdido sin ser perdida, pues sabe qué hay una forma, qué existe una manera de hacer pagar al autor de la muerte de aquella víctima más dentro de muchas. Y por eso hay flores alrededor de la tumba, que no sólo son ofrendas para llorar su partida sino para buscar la esperanza, la fe, las ansias de buscar justicia. Que su muerte será vengada, y que por ella, ella llevará en su locura no loca el <<alto>> de un asesinato más,  sin esperar respuesta alguna de la justicia humana.

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